Las mujeres también escribían poesía


Georgina Quintero

En la raíz más antigua de nuestras expresiones se encuentra la poesía. Los primeros poetas de los que se tiene rastro están enmarcados en culturas de la oralidad primaria. Deambulaban con sus composiciones acerca de los mitos, primordialmente, y, en segundo plano, de los asuntos humanos. Un poeta era portador de buenas y funestas noticias, dependiendo de los hechos, su inspiración y las musas. Bien se puede decir que la poesía anunciaba verdades. Empero, difícilmente se pronunciaban los poemas de la misma manera, por la variación que sufrían al pasar de boca en boca; el arribo de la cultura escrita modificó el horizonte poético: fue posible fijar los poemas, de tal forma que no cambiasen cada vez que se recitaran, permaneciendo en su esencia. Con ello, surgieron las reglas para la poesía: el juego de palabras ocasionó que su combinación pudiera ser armónica y más cautivadora de escuchar. Uno de los poemas más antiguos es el concerniente a la Epopeya de Gilgamesh, escrito en tablillas. En tal poema es notorio uno de los deseos más antiguos del hombre: tener vida eterna, y así escapar de la muerte.


Pero también se encuentra una tensión entre lo posible y lo imposible; lo fantástico y lo real; lo que es y debería ser.

Más tarde, nos encontramos con Homero, a quien se le atribuyen dos grandes obras poéticas que marcaron la cultura occidental: la Odisea y la Ilíada. Estos poemas de la antigüedad están íntimamente relacionados con los mitos, los héroes y, sobre todo, con una visión hegemónica eminentemente masculina; sin embargo, con el establecimiento del monoteísmo, la expansión del cristianismo y la invención de la imprenta, la voz de las poetisas comienza a causar eco. Poco a poco un hecho es patente: las mujeres también pueden escribir poesía. Ya los poemas no son para los Dioses, sino para un Dios único y omnipotente. No es extraño que Teresa de Ávila afirmara tener inspiración divina para escribir sobre el creador de todo lo existente. Su poesía mística

causó tanto impacto que no sólo fue considerada una Santa española, sino que en su honor se erigió una escultura, en el alto Barroco, por uno de los artistas más distinguidos de Italia: Gian Lorenzo Bernini.

Pero, la poesía vuelve a mutar: se centra más en los asuntos de los hombres que en lo divino. Es cuando la voz de la poeta Sor Juana

Inés de la Cruz emerge. Ella ya no tiene las visiones místicas de Teresa de Ávila, ya es capaz de construir poemas que denuncian la opresión de la mujer, hacen una defensa de la importancia del conocimiento y son grandes ejemplos de cómo se debe escribir la poesía. Sí: ella está en el convento, porque no tuvo alternativa. Pero nunca apartó la vista de los asuntos laicos.

Avanzan los siglos y la poesía ya no está limitada a los conventos y a los Dioses, se usa también para denunciar las injusticias, para imaginar la utopía posible. Se vuelve el arma de quienes sueñan con revolucionar el mundo. Por ejemplo: la poesía de José Martí se nutre de buscar una América Libre, plural, con la urgencia de no derrotarse nunca. Este poeta cubano marca a toda una generación con su proclama de un nuevo devenir de “Nuestra América”, libre de ataduras y de cara a un futuro prometedor.

A lado de sus transformaciones, se retoman las reflexiones sobre los contornos poéticos. Si Platón había pedido expulsar a los poetas de la polis, a no darles mayor entrada, por estar coludidos con el engaño, pronunciar palabras banales, que hechizan, aturden y no llevan a ningún lado, peor aún: de ser solamente una caricatura engañosa, proclive a distanciarse de lo que está pasando, por sólo estar focalizada en lo temporal, desbordado emociones, María Zambrano, intelectual del exilio español, decía que la poesía tenía que ver con el hombre individual, el que siente, ríe, llora, se equivoca. Platón contrapuso poesía y filosofía, María Zambrano retomó el vínculo entre ambas: filosofía tiene relación con lo universal, con las abstracciones, con el ser de las cosas., por lo que filosofía y poesía son expresiones de lo humano.

Y sí: se puede pensar con profundidad y poéticamente. Así lo hizo Nietzsche, cuyo natalicio, ha sido 14 días antes de la presentación de Interliteraria. La misma Zambrano escribió poéticamente, llevándola a ser la primera mujer en ganar el máximo galardón de las letras hispanas: el premio Cervantes. No es fácil crear con las palabras composiciones que atrapen, sean cercanas y arropen al lector, para que no sólo piense en datos y en las letras académicas sin ton ni son, sino en las extraordinarias combinaciones de palabras y de ritmos.

Con la velocidad de la red, surgieron poetas demasiado comerciales, cuyas obras son una producción en masa, alejadas de la experiencia estética, de aquella que permite al lector aprender nuevas palabras, imaginarse nuevos lugares, recrear personajes y tenga el poder de cambiar algo de él. No quiero decir que la poesía puede cambiar todo. Empero, es benéfica no solo para el desarrollo del intelecto, sino del ser con otros. Por ello, hay que rescatar a los clásicos de la poesía como Hölderlin, no olvidar a Borges, reconocer a la poesía de Mistral, como la obra de una maestra comprometida.

Y dentro de los cambios de la poesía a través del tiempo, en el que las voces femeninas también han sido partícipes, surge la distinguida poetisa María Enriqueta Camarillo, quien supo darle al siglo XX en México la riqueza de sus letras. Retomamos su nombre en esta sección y con ello su legado. La sacamos del olvido y le insistimos a nuestros lectores que no la olviden, que ella fue y es una figura notable dentro de la poesía, teniendo una nominación un tanto olvidada al Nobel de Literatura. Nombrarla en esta sección es hacerle justicia.


Ilustración: Dalia